Mente:
Una vez se han interiorizado los movimientos, estos se
realizan de forma natural relegando a la mente a un papel de mero observador, convirtiendo
así el entrenamiento en una verdadera meditación, es decir en un "estar en
el presente".
Lo que uno se encuentra en el presente es la carga que
acarreamos en nuestro inconsciente, que son las experiencias con algún proceso
emocional pendiente, y que se van a manifestar a nuestra conciencia a modo de
sufrimiento, es decir, con pensamientos, emociones o estados de ánimos desarmónicos,
también con sensaciones desagradables e incluso dolores; razón por la que se
huya de este "lugar" de forma sistemática.
Por lo tanto, permanecer en el presente te propone un reto,
que es la de encontrarte con tu propia sombra, pero también te concede el mayor
de los regalos, que es la oportunidad de ir devolviendo la Paz a todos esos
momentos en los que se perdió.
¿Y esto cómo se hace?
Permaneciendo en una actitud
observadora, aceptando de forma sincera cada cosa que emerja y dejarla que siga
su camino.
Imagina una carretera por la que pasan coches rosas, que nos
hacen sentir bien, y coches negros que nos hacen sentir al revés. Como un coche
negro nos ha hecho sentirnos muy mal, a partir de ahora ponemos una barrera a
los coches negros para que no pase ni uno más; y como el primer coche rosa que
viene te concede un gran alivio, pues te aferras a él y no lo sueltas, es
decir, levantas otra barrera. Resultado, los coches de todo tipo empiezan a
acumularse provocando que cada vez haya menos energía a tu disposición y por
otro, el aferramiento a un tipo de emociones que expresamos constantemente.
La solución está en aceptar,
nada más. Incluso al principio nos puede ayudar verbalizar el proceso diciendo
"te acepto", para después decir: "te dejo marchar", pero
siempre desde esta actitud observadora,
sin ánimo de cambiar nada, simplemente aceptando todo aquello que el presente
nos muestre, todo aquello que en su día no se supo expresar.